Ajanta es un conjunto monástico budista de treinta cuevas excavadas en la roca, situado en el estado indio de Maharashtra. Su importancia en el arte indio es decisiva tanto por su calidad artística como por tratarse del único conjunto que conserva pinturas de la antigüedad en buen estado de conservación.
El recinto forma parte de la tradicional costumbre de excavar santuarios en la roca; tradición que había comenzado ya en época Maurya (siglo IV a.C) y que se había extendido a lo largo del tiempo hasta el desarrollo comercial de la Ruta de la Seda.
Las pinturas de Ajanta marcan un inicio y un fin al encontrarnos en pleno momento de expansión budista, es decir, en un punto de inflexión entre la India hindú y la India budista, y por lo tanto, entre la India antigua y la India medieval.
La excavación de las cuevas se sitúa entre los siglos II a.C. y V d.C., sin embargo, sabemos con certeza que las pinturas se realizaron a lo largo del siglo V d.C.
Las pinturas de Ajanta
Las pinturas cubren la totalidad de la superficie extendiéndose por los muros, los pórticos, las cubiertas y los pilares, sin someterse a ningún tipo de marco formal o delimitarse por el espacio. Representan motivos vegetales, geométricos y seres míticos, sin embargo, lo trascendental son los grandes paneles narrativos distribuidos por el espacio.
Nacimiento de Buda Escena palaciega
Aunque no han sido identificadas todas las escenas, sabemos que la mayoría de ellas hacen alusión a la vida de Buda o sus jātakas. Sin embargo, es evidente y a la vez curioso, que la temática budista sirviera a estos artistas para recrear aspectos de la vida cotidiana supuestamente alejados de la religión.
En sus escenas reconocemos el mundo de la intimidad femenina, el ambiente principesco y palaciego y el entorno natural; todo ello, utilizando como hilo conductor las historias en las que Buda renació bajo la forma de un ganso, una gacela, un mono o un elefante.
Del mismo modo, aunque el objetivo principal de la iconografía de Ajanta era el adoctrinamiento y enseñanza de la religión budista, se tomaron muchos aspectos del mundo indio, tanto tradiciones locales de origen popular o védicas, como influencias extranjeras.
Una de las características más importantes en el arte indio, patente en las pinturas de Ajanta, es la profunda interacción de las artes. Vemos en ellas varias escenas de baile y música, además de continuas referencias al lenguaje poético; entre ellas, la más destacable es la del Mahāyanaka jātaka, en la que vemos como una bailarina aparece rodeada de mujeres tocando instrumentos musicales de cuerda, viento y percusión.

Aunque aún no se puede determinar qué tipo de danza realiza la mujer, sí podemos afirmar que es una bailarina de corte y un magnífico ejemplo de “la perspectiva de rotación“, en la que la bailarina es captada en el momento en el que realiza el movimiento de giro, dando instantaneidad y dinamismo a toda la composición, una de las características más representativas del arte hindú. La posición de su cabeza y sus brazos contribuyen a la idea del efecto de giro y al mismo tiempo hace que su cuerpo adquiera un movimiento serpentino; movimiento que podría relacionarse con algunos de los pasos característicos de las danzas clásicas de India. Además, el movimiento de rotación podría relacionarse con la danza cósmica que realiza el Dios Shiva. El Shiva danzante simboliza la creación del universo; la creación que nace y muere a través del movimiento. Es interesante señalar cómo el paso efectuado por la bailarina permite poner en relación a todos los personajes que aparecen en la escena. Las miradas, los gestos, la inclinación de los cuerpos, todo se dispone en relación a la danza de la mujer, como si se tratara de una espiral cuyo centro hace girar al resto.

Además de la danza y la poesía, en las pinturas de Ajanta destaca la impronta clarísima y decisiva del teatro, desarrollándose algunas escenas en escenarios teatrales, donde la utilización de los colores resulta decisiva para aludir a la emoción que acompaña la escena.
En lo que se refiere a la luz, nos encontramos ante una paradoja que se relaciona con el budismo. Resulta curioso que las pinturas de Ajanta sean un vehículo con el que llegar a la iluminación, y que lo hagan desde un espacio tan oscuro como lo es una cueva. Quizás este fue el propósito de los artistas, llevar una vez más al espectador a la contracción -luz-sombra- rompiendo así con el pensamiento racional.
Las pinturas evidencian el hecho de que el arte indio es un arte destinado a la introspección, esforzándose en plasmar los símbolos mediante los cuales el espectador trasciende de la realidad material de la obra. Del mismo modo, ese proceso requiere enfrentarse a constantes contradicciones, convirtiendo el arte en una especie de juego donde los contrarios se abrazan continuamente: espiritualidad y sensualidad, luz y oscuridad.
Bibliografía
- FERNÁNDEZ DEL CAMPO, E., Las pinturas de Ajanta. Teatro de la naturaleza en la India Clásica. Madrid, Abada Editores. 2007
- FERNÁNDEZ DEL CAMPO, E., El arte de India. Madrid, Akal. 2003
- NIGAM SANGITIKA., The Ajanta caves. Michigan University, Harry N. Abrams, 1998
- M. SPINK, W., Ajanta: history and development. Michigan University, Brill, 2007